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La Narcocultura Secuestra las Bellas Artes








22 Diciembre, 2010 - 17:44Credito:Vicente Gutiérrez/El Economista


Cine, obras de teatro, instalaciones de arte, música, novelas, artes plásticas y series de televisión se inspiran en el narcotráfico y la violencia en México para crear obras artísticas.

Pero la narcocultura va más allá del fenómeno social que provoca el estilo de vida de los narcotraficantes, ése que muchos jóvenes copian en su sueño por ser ricos como ellos.

Cada vez más, los artistas toman el narco como materia para crear.

“Es imposible ignorar el horror que se vive en tantas ciudades, fronteras o carreteras del país y esto afecta a todas las actividades o personas”, explicó el escritor Martín Solares.

“En México los artistas más exquisitos y solipsistas han comenzado a reflejar en sus creaciones el aumento de la violencia cotidiana o la presencia de los narcotraficantes. ¡Hasta en los poemas y en las novelas de ciencia ficción mexicanas aparece de vez en cuando un testimonio de la violencia!”, agregó. Después de que el gobierno federal declaró la guerra al narcotráfico, el tema ha estado más presente que nunca en las Bellas Artes y se ha convertido en el rostro “duro” de México en el mundo. Basta recordar que para la 53 Bienal de Venecia, la artista Teresa Margolles presentó instalaciones sobre el narco con una habitación empapada con sangre, residuos de distintos asesinatos y joyas hechas con desechos de la guerra del narcotráfico.

El curador de arte Cuauhtémoc Medina explicó que “joyas hechas con fragmentos de parabrisas, aforismos asesinos bordados en oro sobre sangre, sonidos grabados en los paisajes de la muerte, todos ellos convergen para producir un espacio de reflexión, amenaza corporal y ansiedad”.

O lo que hizo en Holanda la artista plástica Marisa Polin quien intervino una foto de Diego Fernández de Cevallos con los ojos vendados, aunque es la pieza más inocente de la exposición ante los ejecutados, decapitados, torturados y secuestrados que aparecen en sus dibujos y pinturas que levantaron mucho ruido.

Qué decir de El Infierno, película de Luis Estrada que recaudó 83 millones 82 mil 542 pesos para colocarse como la segunda cinta más taquillera del cine mexicano en el 2010 donde relata la historia de un hombre común que acaba como narcotraficante.

Y podríamos seguir con ejemplos como la obra pictórica de Ricardo Herbert con matones, AK-47, sombreros y partes de la estética de la cultura de los narcotraficantes; la obra La auténtica historia de Camelia La Tejana que se presentó en el Festival de México y hasta la artista Rosa María Robles con su proyecto Navajas.

¿Qué atractivo encuentran los artistas en el narco?

“Como escritor me nutro de la realidad y obviamente un tema fascinante es el narco. ¿Quién no quiere oír las historias de estos hombres que tienen acceso a todo lo que esta sociedad consumista nos ha enseñado que es lo que vale la pena: mujeres hechas a la medida con chichis y nalgas de silicón, Ferraris, jets, mansiones, el alcohol más caro, viajes a cambio de atreverse a trasgredir el orden social, de correr el riesgo de morir jóvenes?”, explicó el guionista Guillermo Ríos, quien recientemente escribió del tema para la serie de televisión Capadocia.

Como pintor relato hechos que nos laceran como sociedad… plasmo lo que no me gusta y trato de desmitificarlo y darle otro carácter que pueda tener una reacción de análisis y reflexión plástica”, dijo Ricardo Delgado Herbert.


El escritor Juan Villoro ha sido claro al abordar el tema con frases como “el narcotráfico ha incursionado también en el terreno de las bellas artes en particular en el ámbito de las artes plásticas”. Villoro ganó el Premio de Periodismo Rey de España con un texto donde analizaba el fenómeno del narco bajo el nombre de “La alfombra roja. El imperio del narcoterrorrismo”.

Por su parte, Heriberto Yepez afirmó: “La guerra contra el narco se está agudizando y ha pasado a la cultura. El arte y la literatura tijuanense esta explorando temas alrededor de todo eso”.

Incluso, el escritor Elmer Mendoza aseguró en la presentación de la conferencia “Narcocultura. Una Estética de Nuestro Tiempo” que “en la instalación, la pintura, música, danza, arquitectura, el cine y la literatura hay una estética que no puede escapar a la realidad que a la sociedad le afecta como es el narcotráfico”.

¿Podemos decir que el sexenio de Felipe Calderón será recodado como el de la narcocultura?

“No creo que debamos decir que es el sexenio de la narcocultura, pero evidentemente que esos fenómenos afectan a la sociedad y a los artistas quienes reaccionan ante el tema creando obra para reflexionar sobre el tema”, opinó Gerardo Estrada, director del Festival de México.

Sergio Vela, ex director del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes opinó que “no puede llamarse como un sexenio de la narcocultura pero es cierto que los fenómenos de violencia no son dignos de pertenecer a la civilización ya que pertenecen a la barbarie y eso no es cultura… es incultura”.

“No me parece. Para mí los indicios más fuertes provienen del sexenio de (Carlos) Salinas. Dicen los expertos que las relaciones del narco se afirmaron”, apuntó Elmer Mendoza -tal vez la pluma que más abordado el tema del narco en sus libros.

“Creo que la violencia y el miedo generados por el narco y el estado va más allá de un sexenio. La narcocultura es sólo una respuesta orgánica a una política mundial injusta, arbitraria e idiota conocida como neoliberalismo, que explotó con Reagan y Thatcher”, explicó el guionista Gullermo Ríos.

El editor Martin Solares dijo que “no sé si sea el sexenio de la narco cultura… para mí, todo se resume a la violencia que se vive en el país con extorsiones sistemáticas a maestros de escuela, médicos y otros profesionistas; a los secuestros de casi cualquier ciudadano… es decir, casi ningún oficio, prácticamente ninguna región del país está exenta de estos problemas y los artistas tampoco”.

Reflexionar… no enaltecer el narco

“Es importante que sigamos buscando soluciones desde la creatividad y la construcción; no desde la guerra y la muerte. Existen personas que en el pasado (y en la actualidad) han buscado expresar su inconformidad a través del arte, el deseo es que se sigan sumando más para lograr una sociedad con mejores oportunidades y justicia”, aseguró Herbert.


Para Sergio Vela, el artista “debe reflexionar sobre los abismos mas terribles que le tocan avivar a una sociedad como es el narco y la violencia”.

“Los artistas crean para reflexionar y advertir del narcotráfico nunca para el enaltecerla, incluso, el famoso narco corrido es puritano pues siempre, el personaje principal muere, pero evidentemente la sociedad si ve todas estas creaciones como parte de la cultura del narco”, agregó Estrada, promotor cultural.

Por su parte, Guillermo Ríos, guionista de la película Fuera del Cielo expresó: “Me gustaría como escritor dar un paso más allá de lo que dicen los noticieros o los semanarios políticos sobre estos personajes; me gustaría entrar en su plano humano; mostrar que se parecen mucho a nosotros, que también tienen hijos, madres, esposas, mostrar su punto de vista para dejar de verlos como monstruos, que si lo vemos con lupa no hay una gran diferencia ética entre esos “malos” y los “buenos”; y eso es lo preocupante”.

“Mientras sigamos pidiendo sus cabezas, lo único que estamos haciendo es mutilarnos porque los narcos, los políticos, los periodistas, los empresarios y los escritores somos parte de ese cuerpo que se llama México y si no encontramos la manera de salvarnos todos, no se va a salvar nadie”, finalizó el escritor.

vgutierrez@eleconomista.com.mx.

EL PAÍS 'Narcoarte': la evidencia de un mal a punta de brochazos






EVA SÁIZ - Madrid,España- 25/08/2010

Pintar la violencia del narcotráfico parece una tendencia nueva, pero los artistas plásticos llevan haciéndolo mucho antes de que la narcoviolencia fuera primera página en los periódicos

Un cuerpo tendido de costado, con las manos atadas a la espalda y una venda que le cubre los ojos. Podría tratarse de la última víctima de la violencia del narcotráfico en Culiacán, al norte de México. Pero es un cuadro de la serie Paisajes del pintor Lenin Márquez Salazar. Su obra se enmarca dentro de una corriente artística que se ha dado en llamar narcoarte.



Obra de Márquez Salazar de la serie Paisajes que representa a una víctimas del narcotráfico


Para Gutiérrez-Graham parte del reto como artista es enfrentarse a algo tan grotesco como la muerte y crear belleza. Hacer que el espectador, al contemplar una de sus obras, pueda traspasar la imagen y disfrutar con la plasticidad de su pintura





El narcoarte puede parecer una nueva tendencia, pero los temas que aborda, la muerte, la violencia, la frontera... siempre han estado presentes en todas las formas de expresión de la cultura mexicana

La preocupación por no justificar la violencia es una constante en todos los artistas, sobre todo ahora que el narcoarteestá de moda y hay muchos oportunistas que se han subido a está corriente para legitimar sus obras

Tanto si la búsqueda o la finalidad es más estética que ética, lo cierto es que el narcoarte, su fenómeno, es el resultado de una descomposición social

El narcoarte persigue adentrarse en los miedos de una sociedad y generar crítica y reflexión y, por qué no, provocar al espectador
Un término equívoco con el que no se sienten cómodos la mayoría de los artistas cuya obra pretende definir.
"La palabra parece una simpática mofa con la que encasillarnos. Yo soy un pintor social. Lo que pinto es una ficción basada en mi realidad. Soy consecuencia de una decadencia que sucede en mi país", dice, contundente, Ricardo Delgado Herbert, artista de Tamaulipas, otra localidad asolada por la violencia narco. Cualquier definición de una corriente nunca concita unanimidades y si a ello se añade que todo lo relacionado con el narco es controvertido, la polémica es comprensible. Pero es innegable que la amplia presencia del narcotráfico en México ha incorporado cambios al lenguaje, se habla de narcocorridos, narcomoda, narcoliteratura... La vitalidad del prefijo es signo inequívoco de su uso.






Pinceladas de 'narcoarte'

Esta es una obra de la serie Glorious pistols: de la A a los Zetas. Las calles de Tamaulipas, de donde es Delgado Herbert, están llenas de actos delictivos y de violencia. El arquetipo del pistolero que narraban en la revolución se restaura en un ranger, más modernizado, que valentonamente toma cerveza y porta la bestia y su ostentación desde la cabeza a los pies reflejados en diamantina y calcomanías tornasoladas.


El narcoarte puede parecer una nueva tendencia, pero los temas que aborda, la muerte, la violencia, la frontera... siempre han estado presentes en todas las formas de expresión de la cultura mexicana. La escritora Lolita Bosch es muy clara a este respecto: "Los corridos ya hablaban de esto en el XIX y también del narco. Pero el narco de antes ayudaba al pobre, se enfrentaba a la corrupción, luchaba contra la injusticia, por eso se le ensalzaba, como se hacía con todo el que se oponía a la opresión. Eso se ha acabado". La crónica, un género muy extendido en el norte de México, también daba cuenta de las injusticias. Al igual que la ficción de las novelas de escritores como Sergio González Rodríguez o Elmer Mendoza, éstas últimas siempre basadas en la realidad fronteriza de su ciudad, Culiacán. "Lo que ocurre es que ahora se ha mezclado el mundo del narcotráfico que lo permeabiliza todo", explica Bosch.

El arte también se ha encargado de retratar la sociedad y cuando ésta se ha teñido de la violencia del narco, también la ha pintado. Es un error, por tanto, considerar el narcoarte como un fenómeno nuevo, aislado o surgido al pairo de una cierta "cultura" del narco. Su cometido sigue siendo el de proyectar y denunciar la realidad mexicana, como ya hacían los muralistas mexicanos, como Rivera o Siqueiros.













Pinceladas de 'narcoarte'

Una muestra de que los pintores encuadrados en el narcoarte siempre se han preocupado por reflejar la sociedad en la que viven, en la que hay otros problemas además de la violencia narco. El cuadro forma parte de la serie Arte Huerco. Es una advertencia de la decadencia social que los mojados han ido enfrentando a lo largo de la frontera, que ahora empeora con el problema de la cacería ilegal, los grupos delictivos que violan sus derechos y la Ley Arizona que los caza.


Este es el denominador común que subyace en las obras de Gustavo Monroy, Lenin Márquez Salazar, Ricardo Delgado Herbert u Omar Rodríguez-Graham, pese a tener estilos muy diferentes. Monroy dibuja cabezas cortadas. Precisamente su obra La Última Cena mexicana se está exponiendo estos días en el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México, dentro de la exposición Bella y Torcida. "El arte debe ser una expresión de la realidad y cuando ésta está plagada de violencia, debe ser un grito de hartazgo. Yo no pinto cabezas decapitadas porque me interese vender, o porque esté de moda. Las pinto porque estoy harto de verlas en las calles de mi ciudad, y me da vergüenza ver cómo mi país se desmorona".

En las obras de Márquez Salazar nunca hay sangre. "Trato de ser sutil, pero el mensaje ya está ahí con un cuerpo tirado en el paisaje, amarrado de manos, eso ya es violento. El arte es una herramienta que me sirve para contar lo que veo. Yo cuento lo que pasa a través de mi pintura, como otros lo hacen a través de la música, la palabra... Delgado Herbert pinta a capos de la droga con toda la estética narco: "En mis cuadros jamás represento a un narcotraficante hiperrealista, lo que me interesa es reflejar lo que veo, pintando el monstruo que cada ser humano podemos portar confrontándonos en el espejo de la realidad. Mis aspiraciones se enfocan en trabajar, analizar y denunciar con el arte lo que me afecta, tanto a mí como a mi sociedad". Omar Rodríguez-Graham tiene una obra muy visual. Él se apoya en una realidad preñada de violencia para "extraer de ella la belleza. Ese es el reto, intentar descontextualizarla, aunque evidentemente el pintor no puede escapar de sus circunstancias".

Pero es fácil que este rol del artista como cronista de una sociedad violenta se confunda con la apología de la brutalidad narco. Es el caso de Teresa Margolles, cuyas obras, y en especial la que presentó en 2009 en la Bienal de Venecia, han suscitado gran controversia entre algunos críticos. La artista expuso unas telas con barro y sangre recogidos de lugares en los que se había ajusticiado a víctimas de la violencia del narcotráfico. Esta sangre goteaba e inundaba unas estancias en las que familiares de esas víctimas la recogían con una fregona. Por la ciudad de Venecia dispuso hilanderas que en paños, también ensangrentados, bordaban narcomensajes con hilo de oro. Igualmente polémica fue la intervención que realizó para la exposición Narcochic/Narcochoc la primera dedicada a la narcocultura realizada en 2004 en el Museo de Artes Modestes de Sètes (al sureste de Francia).Presentó unas tarjetas para cortar cocaína con representaciones de cadáveres muertos por sobredosis encima.


Para muchos, Margolles no es más que una oportunista que lo único que refleja es fascinación por el mundo del narco y en ningún caso busca la crítica o la denuncia creativa. Pero lo cierto es que Margolles lleva mostrando la injusticia social mexicana antes de que la crudeza del narcotráfico inundara las primeras páginas de los periódicos, como el resto de los artistas citados en este artículo. Para el escritor Sergio González Rodríguez "la estupenda propuesta de Margolles en la Bienal invita a reflexionar, a apreciar la realidad de los modos alternos. Ésta es también la función del arte".

La preocupación por no justificar la violencia es una constante en todos los artistas, sobre todo ahora que el narcoarte, como la narcoliteratura o los narcocorridos, está de actualidad y hay muchos oportunistas que se han subido a está corriente con la intención de legitimar sus obras. Pero lo innegable es que el narcoarte está de moda. La exposición en Francia, un ciclo de conferencias sobre la narcocultura en la Caixa en Barcelona, la Bienal de Venecia...

El problema entonces surge cuando hay que discernir cuánto de compresión por la denuncia o mera crónica de una realidad y cuánto de morbo y de fascinación subyace detrás del interés del público por este movimiento. Márquez Salazar se muestra perplejo y de hecho reflexiona sobre este fenómeno en su serie Estamos de moda. Monroy es bastante más crítico. "Cuando en la pasarela de Milán desfilan modelos bañados en sangre, se está anulando la violencia. Cuando la violencia se convierte en moda y en tendencia, se genera otro tipo de violencia, la violencia de las corrientes. En las librerías por cada diez libros de narcoliteratura hay dos de poesía, debería ser al revés". Sin embargo, como opina Bosch, "Sí existe cierta fascinación inevitable por el mundo del narco. Lo que no hay es admiración. Pero se trata de una admiración producto de una pobreza enorme".

La moda banaliza la violencia, pero los pintores se niegan a querer enviar un mensaje moral a través de sus obras. Lo más importante, lo esencial, es resolver el cuadro, el enfoque pictórico, plástico, después viene el significado que en ningún momento pretende ser aleccionador. "El rol social del artista es ser directo y no mostrar maquillaje. Si existiera un sentido moral en le narcoarte yo no sería pintor, sería simplemente un adulador u otra cosa que no cumpliera el cometido de cuestionar y decir con seriedad lo que plasmo", sentencia Delgado Herbert.

Tanto si la búsqueda o la finalidad es más estética que ética, lo cierto es que el narcoarte, su fenómeno, es el resultado de una descomposición social. Los artistas pintan una descripción del momento en el que están viviendo, independientemente de la forma más o menos directa, más o menos figurativa, con el que la plasmen, y utilizan esa estética para reconstruir una realidad. El narcoarte persigue adentrarse en los miedos de una sociedad y generar crítica y reflexión y, por qué no, provocar al espectador. Su obra no es oportunista u obscena. Parafraseando a Octavio Paz, lo obsceno es la realidad en la que habitan sus creadores".

Narco viene del griego narké y significa sueño. Lamentablemente el narcoarte no se ocupa de temas oníricos, pero sí se interesa en reflexionar sobre la violencia, en contar lo que la realidad no puede. Más allá de las modas porque, como dice Delgado Herbert: "El narco no provoca una moda, provoca violencia, la estética provoca un gusto dentro de su cultura y el narcoarte es su denuncia".