30.5.10

Tierra Adentro / El Huerco del Arte Huerco/ Eloy Tarcisio No. 136, oct y nov 2005





En la historia del arte, los artistas han preferido no definir su obra, trabajan con su intención y sus impulsos creativos con la finalidad de darse a entender en un lenguaje universal. Hoy en día las fronteras entre ismos, corrientes artísticas y medios se han desvanecido al esculpir o dibujar, al hacer fotografía, instalación, multimedia, performance, o al diseñar su propia idea de arte.

Ricardo se relaciona con dos mundos: la pintura y la música. Pinta y canta, y lo hace con la materia de su vida, de su infancia y su juventud permeadas por las calles de su natal Tampico (1974), por sus andares con los choferes del negocio de su padre, ayudaba a entregar muebles en colonias de diferentes estratos sociales, oyendo quizá “Radio ranchito” y viendo cómo viste, cómo se desenvuelve, cómo vive la gente. Quedaron en su memoria las pláticas con el hijo del trailero, con el hijo del empresario, con los amigos de la cuadra así como las fiestas de los pueblos donde hay gusto por la cumbia y la música norteña, el bigote en los hombres como sinónimo de hombría, las noticias acerca de los inmigrantes que van al Norte en busca de mejores condiciones de vida.

En la frontera más conflictiva del mundo, Ricardo nos traza en su pintura una idea de lo que es el norte de México. Ricardo vive la realidad de su estado fronterizo, así nacen sus retratos de personajes que deambulan en las ciudades, que cruzan o se quedan. Se interesa por lo “feo”, lo “naco”, la “fealdad” como lo otro, tiene el gusto de lo “risible” en los otros que tienen en su cotidiano una forma diferente de ver y de vivir.

El arte contemporáneo está en un periodo de revisión y el artista necesita concentrarse en lo que quiere decir, y no en lo que los demás quieren ver de él; las diferentes corrientes están interesadas en complacer y decorar, en adornar espacios de museos y muros de galerías, en confrontar sus inquietudes para ser captados por curadores y compradores, olvidando el sentido de comunicar, de decir, de cuestionar.


Viajero incansable, siempre moviéndose entre México, D.F., Tampico, Monterrey, Laredo, Culiacán, Ricardo canta, ensaya, investiga, pinta, hace escultura; da siempre algo de sí mismo. Alumno de La Esmeralda (1991-1996) y más tarde en el posgrado en artes visuales en la Academia de San Carlos (2002-2004), también estudió bel canto y, como barítono, ofrece recitales aquí y allá.


Para él está viva la música popular y las películas de los cines populares como Santo contra las mujeres vampiro, con sus héroes nacionalistas, las presencias noticiosas, el Chapo Guzmán, el Güero Palma, los Arellano Félix, Osiel Cárdenas, el Señor de los Cielos, los Zetas, el nuevo santo Jesús Malverde, y la cultura de los hermanos Almada, los narcorridos, Selena, el romance fronterizo, Sergio y Gloria. Todo eso y mas se convierte en parte de su pintura, le ofrece una noción de vida y le hace pensar en el otro como alimento e ideas. Así, pinta lo que para él es lo “naco” y su obra se llena de contenido.



En reciente viaje que realicé con mi familia a Texas, manejando del Distrito Federal en la ruta a Nuevo Laredo y después a San Antonio, ya por la frontera, vino a mi memoria, al ver a los polleros y a los traficantes en las terminales de autobuses y a la salida del aeropuerto, el recuerdo y las noticias de los muertos por gavilleros, las venganzas y rencillas, la lucha por los territorios, los ajustes de cuentas, la violencia, los valores diferentes de los que conocemos —la familia, la amistad, los hermanos, la sangre, los amantes, el cabaret, el pisteo, las bucanas, la música norteña—, un mundo donde los valores se miden con una “cuerno de chivo”, una 45 milímetros o una mujer entre las piernas.

Me extraña no ver a Ricardo frente a un mariachi. ¿Cómo ligar su preocupación por una temática popular en la pintura y el ejercicio entusiasta del bel canto? Quizá sea cosa de reinventar la música en relación con su pintura, o de cantar las tragedias como corridos acompañado por una orquesta, o de pintar en su taller las otras tragedias que quizá son las mismas. Para el caso, pintar y cantar le permite expresar su interés por la tragedia del hombre envuelto en sus excesos. Ese podría ser el sentido que nos ilustra este huerco en su obra de arte huerco. Al margen de que lo censuren o lo elogien, su obra señalará una dura realidad que vivimos.

Eloy Tarcisio
Chimalistac, 29 de abril de 2005
Publicación Revista TIERRA ADENTRO
Num. 136, Octubre / Noviembre 2005

1 comentario:

Yamile Noriega dijo...

Estimado Ricardo Delgado:

Me dirijo a usted como alumna de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco. Soy estudiante en la Carrera de Comunicación Social. Mi nombre es Yamile Noriega.

Este correo es para saber si hay posibilidad de que lo podamos entrevistar próximamente, sobre el tema de la expresión artística relacionada con el narcotráfico. Somos un equipo de trabajo que se encuentra en el trimestre de periodismo, tres mujeres, Andrea González, Ana Quintanar y yo.

El trabajo consiste en un reportaje, parte de ello y nuestro hecho noticioso sería usted y su trabajo artístico relacionado con ese tema. Esperamos poder entrevistarlo algún día de la semana próxima, entre los días 28 de junio y 4 de julio del 2010 dependiendo de su disposición.

Agradeceríamos en gran medida la oportunidad y la pronta respuesta.

Por su atención, GRACIAS.