Crítica





VISIBILIDADES. EL JUEGO DEL ARTE

Carlos Guevara Meza

Filosofo y escritor
Transmitido en Código Radio 
Abril 14 del  2015




22. Arte y violencia.

Se inauguró el pasado 6 de abril en el Metro Copilco la exposición La Pasión según arte huerco II y III del pintor Ricardo Delgado Herbert, con 18 pinturas que nos enfrentan de manera muy contundente al fenómeno de la violencia que vive el país desde hace años, relacionada con el narcotráfico, el crimen organizado y la corrupción política, pero no solamente.

Delgado Herbert es un joven artista nacido en Tamaulipas, que realizó estudios en La Esmeralda y en San Carlos y ha sido discípulo de pintores tan renombrados como Gilberto Aceves Navarro y Luis Nishizawa, y por el lado del performance y del arte conceptual del artista chicano Guillermo Gómez Peña. Polifacético, es también cantante de ópera e investigador de la cultura popular en un rango muy amplio que va desde la música del siglo XIX hasta las manifestaciones más actuales de lo que se ha dado en llamar “narcocultura”.
Es quizá por esto último que sus obras pictóricas han sido caracterizadas como “narcoarte”, una categoría muy ambigua e indefinida que puede englobar, según el autor que la utiliza, desde obras con un marcado carácter crítico hasta manifestaciones populares que más bien están inmersas en el fenómeno del narcotráfico. Una “categoría” que, desafortunadamente, en ocasiones se ha utilizado más bien para descalificar y hasta censurar ciertas producciones estéticas aduciendo que realizaban una apología de la violencia.

No es este el caso de Delgado Herbert, aunque sí le ha pasado que una exposición suya en su estado natal fue cancelada con argumentos como este. Su obra no deja lugar a dudas sobre cuál es su posición al respecto: una posición de crítica y de rechazo a la violencia criminal en todas sus formas, una denuncia de lo que pasa en nuestro país, pero también una reflexión y una autocrítica sobre el papel que juega la sociedad en todo este fenómeno.

Las pinturas incluyen como aspecto importante elementos de la cultura norteña que han sido apropiados y resignificados por los gángsters como marca de su propia identidad criminal, tales como los sombreros tejanos y las botas vaqueras, las enormes hebillas de cinturón y las trocas, así como por supuesto las armas como los llamados “cuernos de chivo” y las pistolas. Incluye también elementos de la cultura popular calificada como kitsh, o sea “cursi” o de “mal gusto” que las clases subalternas (y a veces también las élites) utilizan para adornar sus producciones culturales o su forma de vida, como osos de peluche o diamantina que Delgado Herbert añade generosamente a sus superficies. Por supuesto, como se ha dicho, se incorporan también, modificados, los típicos elementos de la imagen religiosa, sobre todo los de origen popular o que han sido apropiados y alterados por la imaginería del pueblo, como querubines regordetes y aureolas de diferente tipo.

La serie que se expone en la estación Copilco del Metro hace por supuesto referencia al tema bíblico, que justamente se conmemoró hace poco, pero sustituyendo la iconografía tradicional por figuras emblemáticas de la violencia en el norte del país y la zona fronteriza, como sicarios, capos, mujeres corrompidas o destruidas por ese entorno, soldados, policías y políticos corruptos, todos representados de maneras tan grotescas que no dan lugar a que se piense que es una exaltación de tales personajes ni de lo que representan. Al contrario, al verlos se experimenta una sensación de rechazo, de disgusto, de distanciamiento, al mismo tiempo que se capta la intención paródica e irónica de Delgado Herbert, pero que no llega a causar realmente risa pese a la figuración caricaturesca, por la violencia de la imagen misma, no sólo por su tema, sino también por su resolución plástica, con colores planos y estridentes.

Con estos elementos el pintor construye cuadros que en cierta forma hacen referencia a los ex votos, imágenes populares que la gente mandaba a hacer con pintores artesanales, dando cuenta y agradeciendo algún milagro o favor concedido por una virgen o un santo particular, y que luego eran donadas a las iglesias respectivas; también se hace referencia a las representaciones populares de santos, vírgenes y escenas bíblicas, en particular las del viacrucis, para dar cuenta del calvario por el que pasó nuestro país entre 2010 y 2011, cuando pintó la serie, y que se extiende hasta ahora aunque sea menos visible.

Con todo ello Ricardo Delgado realiza una fuerte denuncia de los modos en que el narco y la violencia se enraízan en la sociedad, no sólo a través de las redes de complicidades con el poder político, eclesiástico o económico, sino al insertarse en el entretejido simbólico de los diferentes grupos sociales, reproduciendo aspectos culturales que preexistían al fenómeno, a la vez que lo modifican para sus fines, por ejemplo el machismo como elemento definitorio de la identidad masculina, con su imaginario de la búsqueda de la autoafirmación por la vía de la hombría en el sentido de ser muy bronco, muy entrón, de no rajarse nunca, de reprimir el miedo y la sensibilidad, de nunca decir que no a un riesgo, a un peligro o a un exceso, de tener muchas mujeres y controlarlas; machismo definitorio también, por terrible que suene, de la identidad femenina que no sólo sufre y soporta este tipo de conductas, sino que termina por aceptar la subordinación en estos términos y buscar su afirmación propia por la vía del vínculo con varones así, sin importar las consecuencias que de hecho conllevan estas relaciones. De modo que, antes que una apología del narco o de la violencia, Delgado Herbert se pregunta y nos pregunta por las condiciones de posibilidad de cualquier apología del narco y la violencia. ¿Cómo es posible que alguien admire y reproduzca una forma de vivir de estas características? Una reflexión que el artista ha realizado a lo largo de varias series previas desde los años noventa, cuando comenzó a investigar la cultura popular del noreste de nuestro país, tiempo del que data su propuesta de “arte huerco” en referencia al apelativo entre cariñoso y regañón que se utiliza en zonas del norte para referirse a los niños y los muchachos  y, por extensión, a los amigos, y cuyo sentido original era el de “diablillo” o sea travieso, malportado. La obra de Delgado Herbert es así, traviesa, malportada.

No es una exposición para gozar o divertirse, sino para ser sacudido y reflexionar sobre nuestra propia complicidad, así sea por inacción, por indiferencia o por simplemente no querer pensar, en un fenómeno tan grave, tan profundo y tan destructor. Si me permites un anuncio, el número 33 de la revista electrónica Discurso visual que edita mi centro de investigación, está dedicada a estos temas y los invito a leerla por si quieren continuar con esta reflexión. La muestra de Ricardo Delgado estará todo este mes y el siguiente y creo que es muy recomendable. Si no transitan de ordinario por esa estación, es una buena oportunidad para apreciar también el enorme y magnífico mural del maestro Guillermo Ceniceros, que desafortunadamente no siempre está bien iluminado.


Iztapalapa, 14 de abril de 2015.



LA PASIÓN SEGÚN ARTE HUERCO 


Carlos Velázquez 

Escritor
Metro Copilco, México D.F. 
Revista LA CIUDAD DE FRENTE
 Abril 7 del  2015


La guerra contra las drogas es el relato por excelencia del siglo XXI. Desde el western hasta la novela negra, el personaje del bandido ha ejercido una morbosa fascinación en el inconsciente colectivo. El oficio de bandolero mutó a tal grado hasta convertirse en contrabandista. Que devino en narcotraficante. Y precisamente de la narrativa del narcotráfico se desprendió ésta, una de las figuras más emblemáticas de la cultura de la violencia: el capo. Un ser configurado a base de mitos, a quien incluso se le atribuyen poderes sobrenaturales que le permiten escapar de la justicia. A menudo asociado con la figura de Robin Hood, cuenta con la simpatía del pueblo, al ver realizadas a través de él las ansias de poder y riqueza de las clases oprimidas. Pero también vilipendiado por encarnar la representación del mal más sofisticada de nuestro país.

A partir del capo y su relación con el mundo, el pintor tamaulipeco Ricardo Delgado Herbert ha conformado una estética posnorteña del sicariato. Su plástica es el manifiesto revisited de la nota roja. Su vertiente pareciera convocar el relato no oficial de los hombres de acción. Pero en esta aparente apología se encuentra focalizada una crítica social hacia la tradición que nos otorga identidad: la narcocultura. La obra de Delgado Herbert esgrime tal estridencia que enfrentarla simboliza el acto mismo de sostener por primera vez una pistola. Las pinturas de Delgado Herbert encañonan. La estridencia viene emparejada por una atracción imposible de eludir. Son un producto difícil de clasificar. Un revoltijo de elementos kitsch, pop, camp, y de una búsqueda personal, síntesis que crea la denominación de origen: arte huerco.

En el terreno de la plástica contemporánea Delgado Herbert es el pionero en abordar la violencia sin miramientos. La incorporación de brillantina en sus cuadros es una declaración de principios contra lo políticamente correcto. La brillantina funge como símbolo de lo ostentoso que acompaña a las vidas al margen de la ley. La violencia en Delgado Herbert nunca es sugerida, a diferencia de otros artistas que al observar un tsunami se echan a correr, él da un paso al frente. En un país con más de cien mil asesinados por la lucha contra el narco las sutilezas en torno a la muerte son estériles. La guerra contra las drogas nos imposibilitó para interesarnos por otras historias. La narrativa del poder es la nueva sagrada escritura.

Al convertirse la droga en nuestro primordial conflicto ontológico, el paso natural de Delgado Herbert era explorar el tema que más ha embriagado a nuestra instrucción católica: “La Pasión”. El pasón ideológico primigenio: la crucifixión de Cristo. El tránsito hacia el monte calvario protagonizado por el hijo de Dios es el mismo que sufre México desde que el narco se apoderara del país. Posmo hasta lo óseo, Delgado Herbert desmonta nuestra realidad y la clava en una cruz de simbología. Una serie de imágenes que incomodan. Porque son la traslación fiel al óleo del estado de narcosis que padecemos. El realismo alterado. Que le ha dado un carpetazo al “In god we trust”. Para establecer que el nuevo Dios es el narco. Y el dólar su vehículo. 

La pintura alterada de Delgado Herbert, tuneada a base de brillantina, establece lapidaria que los héroes que este país produce provienen del revanchismo de clase. En La pasión los guachos son los romanos. Con el agravante de que el ejército trabaja para el narco. María, Dimas, Gestas, el gobierno, Delgado Herbert, todos trabajan para el narco. El asunto de la droga es una maquinaría indestructible. Ni la religión como concepto puede aspirar a suplantar a la narcocultura como sistema de creencias en el presente. Pero cuando la fe y la narcocultura se aparean nace el fenómeno arte huerco. Que tunea los nuevos valores de identidad. La fe ahora se deposita en los cuernos de chivo. Y la Semana Santa es la eterna disputa sicarios vs el gobierno.

El capo es el nuevo santo. Al que se le reza en vano. Porque el equilibro es inaccesible. Porque su único milagro es la muerte. El arte huerco engloba todas esas errancias. Su plástica pone a taconear a México sobre las tumbas. Las sagradas escrituras ahora se redactan a fuego y plomo. El que a narcocultura mata a narcocultura fenece. En retablos de arte huerco.

Y con Ricardo Delgado Herbert como evangelista apócrifo.   


LA PASIÓN SEGÚN ARTE HUERCO II Y III

Alberto Híjar Serrano

Crítico de arte
Metro Copilco, México D.F. 
Abril 6 del  2015



 En el Estado-nación ya imposible, importa construir territorios de autonomía y resistencia. Arte Huerco aporta los signos grotescos de las complicidades ostentosas para advertir lo huerco más allá de su uso tradicional camaraderil y afectuoso. Lo huerco va ahora de lo tribal con sus botas estrafalarias e incomodísimas, solo para machos, a la cotidianidad de patrullajes militares, el alarde de civiles con armas largas y cortas, del sexismo procreando relaciones infames con mujeres incorporadas al festín. Hay demonios para rememorar al Orco originario. La Pasión con obras numeradas con números romanos, da cuenta de este via crucis del dolor y la impotencia. Hay ángeles protectores y sicarios que nada tienen que ver con los querubines renacentistas, sino con los oscuros y prepotentes protectores del mal. Un ángel pequeño y regordete en su desnudez, le mienta la madre a un soldado atrás de una mujer desnuda masturbándose sin el mínimo pudor. Obscenidad, prepotencia marcada por la ostentación de cinturones, joyas, sombreros, botas para subirse a los camionetones blindados contra la honradez y la dignidad, integran la Pasión según Arte Huerco. No hay manera de evitar las referencias a una imaginería que combina la necesidad sentimentaloide kitsch del osito de peluche con las representaciones populares de ritos y mitos, con los rayos de las aureolas de las falsas vírgenes insinuantes y provocadoras, como las de los catálogos para ejecutivos y altos funcionarios. Todo asentado en la tierra o volando entre nubes y texturado con esgrafiados precisos para ubicar a los cuerpos en movimiento. México se mueve señores. Bien que sintió la alusión un gobernador, un tal Hernández, cuando aplaudió la censura de una pintura de mujer sexy con metralleta decorada con listones pintados y florecitas que nunca vio pero le dijeron sus ángeles sicarios. Aquí están los esplendores omnipresentes que Ricardo Delgado acentúa con los fulgores de la diamantina y las estrellitas de fiesta escolar para advertir la Pasión avasalladora de un territorio norteño cercano inocultable por su presencia trágica.




HEMOS DE VOLVERNOS PERROS


Yuri Herrera 

Escritor
Fundación Arturo Herrera Cabañas
Pachuca, Hidalgo
Abril 30 del 2014 


Desde hace más de dos décadas Ricardo Delgado Herbert (Tampico, 1974) se ha dedicado a observar el mundo en el que se cruzan la ostentación y el sufrimiento; ha registrado las imágenes cada vez más frecuentes de la violencia, y en lugar de resistirlas les ha soltado cuerda para hacerlas entrar en crisis.  

La obra de Ricardo Delgado aborda la aceptación, tácita o explícita, de que la violencia extrema es el precio que debemos pagar diariamente para rozar el cielo del primer mundo -así sea sólo de venas para adentro-. Éste es un cielo en el que, antes que nadie, tienen derecho de piso los criminales, tanto los de camisa estampada como los de cuello blanco, los letrados de ambas nóminas y sus cómplices aledaños. Es un cielo de virilidad desbordante, que se engolosina en sí misma: pululan querubines armados, hay una corona hecha de cuernos de chivo, cardenales burócratas custodiando al capo de capos y hasta una ascensión.  

Para los que no forman parte de la corte celestial, los ciudadanos al margen de la complicidad político-empresarial con los criminales, la única parte del banquete de lujos y adrenalina a la que tienen acceso es el sacrificio. Promesa de santidad a través del dolor, pero de una santidad frívola: de tanto que se han repetido en las primeras planas y en las pantallas, las imágenes del dolor ya no aspiran sino a insensibilizarnos.  

Sin embargo, Ricardo Delgado no se deja encandilar. Por eso las sombras que proyectan los personajes de sus pinturas son sombras densas, que parecen hechas de sangre. Ahí donde no cae el falso fulgor del festín de testosterona, ahí se atisban sus consecuencias.  

Ésta es la pasión de la modernidad que critica Ricardo Delgado, la exhibición de la sangre llevada a un extremo en el que finalmente podemos restarle importancia, arcoiris artificiales a los que se les ven las costuras, individuos que ya no tienen fuerza si no es con un arma sustituyendo una extremidad. Si no hemos de volvernos cyborgs, hemos de volvernos perros: alertas, listos para detectar el olor a podredumbre que viaja por el aire. 

Arte Huerco: Una realidad disfrazada de espanto... 

Steve Pieczenik

Escritor
Mundo Psique psicología y cultura, "Rostros vivos... de la violencia, el cuidado y el bienestar" año 5, Núm. 18, Septiembre 2012 

Raúl Rosado ha tenido el indomable valor de representar las obras recientemente prohibidas del artista mexicano más brillante que he conocido desde Rufino Tamayo – Ricardo Delgado Herbert. Sus nueve pinturas – De La Serie “La Pasión según Arte Huerco” 1-9 inscriben a México en una herencia condenada, abrigada dentro de  la penumbra de una iglesia católica corrupta y de su dogma virulento, entremezclado con la posiblemente inevitable corrupción indígena y política que a menudo es malversada como un “cambio político” o “revolucionario”.

De hecho, el genial talento conceptual y técnico de Delgado entretejido a través de una yuxtaposición única de personajes, colores e imágenes, crea un argumento inquietante, si no es que desafiante hacia el cuerpo político - tu vida será peor si nada cambia. Y el cambió no va a suceder a través de la urna electoral debido al demasiado desecho político, la echazón ha pasado por las coladeras de la iglesia corrupta y el sistema político que alguna vez pudo ser puro. Su pintura enfatiza el homenaje que hace Delgado al uso de la perspectiva y posicionamiento de las figuras de Caravaggio. Las expresiones faciales resuenan con la agonía y desesperación de Goya. 

Ricardo Delgado Herbert es el primer genio verdadero del siglo XXI y  con un poco de esperanza México reconocerá con el tiempo que ha fallado en desarrollar una sociedad civil, al menos ha podido crear un artista de sus tiempos – sean los mejores o peores tiempos. Raúl Rosado ha tenido la tenacidad de levantar la atención del público norteamericano con estas piezas y estoy orgulloso de ser uno de sus mayores coleccionistas en Estados Unidos.

Mis mejores deseos,

 Steve Pieczenik

 M, D, Phd, de los autores más vendidos según NY Times (28 novelas), Secretario Adjunto de Estado para los ex Presidentes Nixon, Ford, Carter, Reagan y Bush padre. Miami, Florida.



LAS QUINCEAÑERAS DEL FAR FAR WEST 



Andrés de Luna


Escritor
Fundación Arturo Herrera Cabañas

Pachuca, Hidalgo

Abril 30 del 2010



Rito de paso, los quince años femenino en México, tienen el carácter solemne de la entrada en sociedad. Un antes y un ahora, las jóvenes estrenan vistosos atuendos, a veces multicolores, que exaltan la juventud. Los tradicionalistas insisten en que se baile el vals, en que el padrino dirija un discurso y en la quinceañera sonría sin descanso frente a las cámaras o sin la presencia de éstas. Vértigo, temblor de cuerpos y de almas, el júbilo de los quince años nacionales tiene el sello de la posteridad, de lo que deja recuerdo. El pintor Ricardo Delgado Herbert, atento a los aconteceres de la cultura urbana y popular, desenrolla los hilos de la imaginación creadora y coloca en el pedestal del retrato a sus convidadas. Grupo heterogéneo que logra la coherencia gracias a las poses, a la sincronía de la edad, al gesto de la coquetería y a todo lo que es realidad y leyenda. Brillos y ojos pizpiretos integran el conjunto de Las quinceañeras del far far west. Delgado Herbert introduce elementos de esa ceremonia que restablece el orden de la cursilería, que le otorga legitimidad al futuro venturoso y que se columpia en los laureles del goce. El artista emplea las figuraciones del pop, integra registros fotográficos, dibuja y pinta con tal de colarse en la fiesta de barrio o en la del salón de eventos especiales, tan afín al gusto de la clase media. Observar estas imágenes es recorrer un juego irónico que es parte sustancial de la obra de Ricardo Delgado Herbert. 




...A PROPÓSITO DE LAS QUINCEAÑERAS DEL FAR FAR WEST 

Norma Patiño

Fotógrafa
Fundación Arturo Herrera Cabañas
Pachuca, Hidalgo
Abril 30 del 2010

El arte del retrato está en capturar la esencia del retratado, aún cuando este sea una pintura, una estilización caricaturesca, un dibujo, o unos cuantos trazos al estilo de Cocteau. También hay algo de los rasgos del pintor en sus personajes, es innegable que muchos de los grandes artistas les dejaban un sello inconfundible de su apariencia física, Rivera, Modigliani, Degas, Reynolds, Velázquez o Caravaggio, sus figuras se asemejan a ellos, conservan un hálito de su fisonomía. En el retrato hay un divertimento, un juego de espejos, un guiño de ojo con esa doble carga cifrada: “yo soy otro” del famoso Rimbaud. El pintor Ricardo Delgado Herbert en su serie Las quinceañeras del far far west se divierte al retratar jóvenes cuyos rostros prestados escenifican un mundo simbólico pleno de elementos de orden popular, sugestivos y fascinantes.

Las Quinceañeras del far far west o “el arte de ser quinceañera”. Alrededor de estos retratos está la ironía y un sentido humorista que trastoca los confines del imaginario de una lotería de quinceañeras, es el reflejo y la síntesis mordaz: los sueños, las fantasías, la candidez cargada de sensualidad, los besos de bilé, los corazones, las estrellas de diamantina, las flores, las prendas breves, los escotes y peinados, el color rosado y demás clichés de la “seducción femenina”. Extraídos de su realidad, reunidos en una serie de pinturas-retratos, estos objetos encuentran un discurso autónomo que exige la mirada por su expresividad contundente.

Es significativo que Ricardo se autorretrate bajo los mismos principios plásticos; tal vez en esa risotada pague una deuda solidaria con la tremenda sátira de sus efigies.

ARTE HUERCO, UN DIALOGO ENTRE EL HUMOR Y EL HORROR


Angélica Gallegos

Artista visual 
En Tierra de Todos, Revista Cultural
Querétaro, Qro.
2009

La frenética narcoviolencia que padecemos en la mayor parte de la República Mexicana suele ser un fenómeno más difícil de narrar que de ficcionar. Performances y apropiaciones urbanas abyectas se manifiestan en ajustes de cuentas: cuerpos expulsados, degollados, amputados, castrados, quemados.

Vivimos una época en la que los medios masivos pretenden alinear nuestra percepción a los intereses de un orden social. Los noticieros, la prensa y la radio parecen estar empeñados en disfrazar esta rabiosa ola de crímenes con una aparente exterminación de la mafia en nuestros estados. Sin embargo, en el espacio cotidiano, en el vecindario, a voz baja y secreta, estos relatos lúgubres se archivan entre mitos y realidades sacudiendo el imaginario de algunos artistas, confrontándolos a pisar los espacios del arte contemporáneo, sitio donde la mística del acto creativo y el ensalzamiento del autor como creador parecen perder importancia, perfilando con más claridad el papel de mediador en una acción de carácter funcional, es decir, el creador llega a actuar como un ser analítico, terapeuta e integrador social, que además de ocuparse de una estética visual, es capaz de crear situaciones para la reflexión de ideologías políticas, de género, medioambientales y culturales, entre otras. Un ejemplo de ello es Ricardo Delgado, pintor nacido en Tampico, Tamaulipas, radicado en México D. F., egresado de la Escuela Nacional de Artes Pláticas La Esmeralda. Su propuesta denominada Arte huerco (que en alguna ocasión fuera víctima de la censura por tratar temas de violencia y de matones), responde a una pintura contemporánea que vislumbra un espectro de la cultura de nuestro país, la de personajes del narcotráfico y mafias: huercas dulces y machines urbanos, compas, rubias sexies, caciques y misses, todo ellos dialogando en una suerte de doble cara: la del humor y el horror. Estas imágenes nos conducen a una dimensión donde la realidad parece reírse de misma.

Respecto a su lenguaje pictórico, el pintor Jazzamoart comenta: Al observar las pinturas de Ricardo Delgado nos encontramos con una gama de personajes y situaciones que van poblando sus telas con un sentido a veces humorístico, otras sarcástico, en otros momentos de crítica aguda a una sociedad todo esto al margen del lenguaje puramente plástico. Lo que Delgado nos propone es que al estar frente a su trabajo vivimos y sintamos vernos en ese espejo de la sociedad; no solo norteña huerca, sino de todas las sociedades y sus diversos colores y niveles, de alguna manera todos participamos en eso que Ricardo pinta y denuncia en sus óleos.

En Las huercas power flower, bajo una estética kitch, Delgado conforma una serie de pinturas animadas con ojos locos y mirada desorbitada, refrescándose entre flores y diamantinas. Huercas de rostros feroces transitan entre el espanto y la obscenidad de esta serie.

En los lienzos de Espectros porteños, Oda a los Hermanos Almada Ricardo plasma a iconos del cine mexicano como los Hermanos Almada. El creador afirma que estas figuras de oscuro folcklore, no muy aceptado en los 70’s, son personajes nacidos del narco, y que los sobreexpone para reivindicar una cultura que ha dejado huella en el imaginario mexicano.

En Glorious Pistols, de la A a los Zetas, Ricardo ha transitado por una de la fronteras más conflictivas, lo que explica el realismo de sus personajes de nota roja. Asimismo, su afán de denuncia lo ha llevado a crear a MDL, uno de los personajes que disfraza su voracidad criminal bajo estrellas y diamantina: siempre al acecho, siempre listo para hacer fuego a cualquier movimiento en falso. Los compas de la serie de la A a los Zetas, transpiran la maldad y el poder del que hacen gala, al mismo tiempo que un halo de gracia provocada por la ingenuidad infantil del uso de adheribles.

Ricardo logra expresar esos excesos del hombre, entre el humor y el horror su Arte Huerco establece un espacio para la reflexión de una realidad que ha alcanzado, estruendosa, nuestra cotidianidad.




EN LA ERA DE LA NARCOCULTURA


Andrés de Luna

Escritor
México D.F. 4 de noviembre 2008
Exposición "El cuerpo del delito"
Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco

Un fantasma recorre el mundo y, México, para ser precisos: la cultura del narco. Los periódicos han tenido noticias de primera plana en torno a decapitados, ejecuciones múltiples, fosas repletas de cadáveres de quienes de una u otra forma tuvieron nexos con este negocio millonario. La política está salpicada de sangre. Jefes policíacos honestos y corruptos, venganzas por traiciones, ajustes de cuenta brutales, ráfagas de ametralladora que hacen añicos los cristales de automóviles y camionetas; casa de seguridad en donde las armas, los dólares y los sicarios son la única realidad de las cosas. El país se marchita ante la inutilidad de un combate perdido antes de que se libre.Algo que nace al calor de semejantes violencias es la narcocultura. Ahí están los que veneran al santo Malverde, presencia beatífica de los rumbos sinaloenses; también está la escritura de Élmer Mendoza, uno de los grandes escritores del país, y consejero en jefe del español Pérez Reverte durante la creación de “La reina del Sur”; otra evidencia es la multiplicación de los narcocorridos que andaban regados hasta en libros para la educación primaria. Un convocado en esa asignatura es el pintor tamaulipeco Ricardo Delgado.

En sus cuadros está la figura de la ironía, de la caricatura que revela mucho de ese entorno lamentable. Tanto en “Arte hueco: Ranger time” o en “De la A a los Zetas”, Delgado emplea diamantina para completar sus obras, el brillo es parte de una cultura que gusta de cuernos de chivo decorados con oro y piedras preciosas, de fiestas de enorme relumbrón, de automóviles blindados y de las mejores marcas del mercado. Muchos de los narcos son hombres y mujeres que nacieron al margen de una educación formal y que se hicieron millonarios sobre la marcha, en ese terreno asfixiante y peligroso que significa el comercio de drogas. Sus costumbres están a la vista y sus maneras, un tanto carentes de refinamiento, son parte de los aconteceres cotidianos. Unos asesinan a otros y estos a su vez cobran venganza y matan a unos cuantos más. La lista es inacabable y lo que antes era un fenómeno del norte ahora ocurre en muchos estados del país. Nadie detiene una avalancha que tuvo un inicio pero que carece de final. Algunos artistas han tratado de expresar con sus obras los deterioros de lo que puede llamarse narcocultura, lo único que hacen es encontrar un medio para anotar algo que existe y que es indudable su presencia. Los hipócritas invierten el proceso y creen que esos pintores, escritores o músicos son los causantes de los males al país, cuando en realidad la podredumbre está en otro lado y sus manifestaciones tienen la contundencia de la batalla homicida. Delgado ha padecido la censura por el tratamiento de un tema duro. Mendoza maneja con virtuosismo las palabras y sus libros son un referente obligado para descifrar la narcocultura. Ellos son artistas, personajes exentos de culpa, el problema real está en esos vínculos sórdidos en el poder y los narcos; el nudo está cada vez más cerrado y sus consecuencias son visibles.



RIESGOS PATRIOS 
Evidencia la realidad fronteriza

Guadalupe Ochoa Aranda

Periodista 
CAUCE
Boletín de la Universidad Autónoma Metropolitana,
Plantel Xochimilco
México D.F. Año 6, No. 1, 26 Mayo del 2008

El artista plástico Ricardo Delgado Herbert nuevamente expuso en la sala Gilberto Aceves Navarro de la Galería del Sur, ahora con su obra titulada Riesgos Patrios, un nombre sugerente en el actual contexto político social mexicano.

Desde años atrás, el artista pone el dedo en la llaga en el fenómeno del narcotráfico y la violencia que ésta genera en el norte del país, particularmente en Matamoros, Tamaulipas de donde es originario el autor.

Esta obra, realizada entre 2005 y 2007, recientemente fue censurada por el director de un museo en Matamoros, por considerarla como piezas que promovían la violencia, sin embargo, la propuesta de Ricardo Delgado trata de evidenciar una realidad que se vive en la sociedad tamaulipeca.

Con respecto a la censura, el crítico de arte Andrés de Luna recordó una frase de Octavio Paz que decía: “Cuando la realidad de la poesía es obscena es que la realidad de lo cotidiano lo es aún más”, y agregó que evidentemente el arte nunca podrá combatir con un arma de la misma manera, pues la forma en que trabaja el arte tiene que ver con la emoción y la sensibilidad, así como con el convencimiento, el razonamiento y la reflexión que suscita una obra y en el caso de Ricardo eso lo que sugiere.

Andrés de Luna Señaló que cuando se censura la obra de Ricardo Delgado es porque la sociedad no ha entendido su contenido, en Riesgos Patrios, el autor no pretende ponerse de parapeto con sus cuadros frente a una violencia que ni el ejército puede contener.

La obra reúne cuatro series pintadas en óleo, en las cuales mantiene su propuesta original de pintar personajes fronterizos e iconografía popular con una estética un tanto kitsh, que es reforzada con materiales como la diamantina, para dar ese sentido de abigarramiento infantil que le permite ironizar y satirizar la problemática que se vive entre militares y narcos en la frontera.

La serie Miss Matamoros es un juego con la high sociality para llevarla al contexto de la violencia que ellos mismos generan en la región y la analogía sería como si fuera La Reina del Sur pero de Pérez Reverte.

En autorretratos para militares recupera la imagen de Malverde, el santo protector surgido de la invención popular en Culiacán, Sinaloa, en la cual el artista encarna su rostro en un juego estético. De la A a los Zetas son personajes que forman parte de la iconografía del lugar sin pretender caracterizar alguno en particular.

Para Ricardo Delgado, Riesgos Patrios es lo que sucede en el país relacionado con lo que se vive en las calles. Él, como creador, tiene una única arma que es el arte.

La narcocultura, dice, “está presente en los corridos y lo vemos cotidianamente en los lugares donde antes jugábamos y paseábamos tranquilamente, ahora sitiado por militares”

Al referirse a su obra, dijo que se trata de una sátira de la situación que estamos viviendo, “retrato esa bestia que tenemos todos los seres humanos que cuando se despierta se convierte en seres monstruosos y trágicos (…) en mis óleos represento a los personajes fronterizos a través de caricaturas que reflejan la deformación de estas figuras que son parte de la realidad”.

Al cuestionarlo sobre quién es el bueno y el malo en la escena fronteriza, Delgado señaló que “eso no se sabe y posiblemente la película no tendrá un final feliz”, sin embargo, afirmó que “el malo es la violencia y si ésta se ataca con violencia es fatal”. Son los artistas quienes pueden representar la realidad y de alguna manera cambiar en algo las cosas con el arma de su creatividad”.



RIESGOS PATRIOS

Andrés de Luna

Escritor
México D.F. enero, 2008
Exposición “Riesgos Patrios”
UAM, Xochimilco, Galería Gilberto Aceves Navarro

La violencia es algo más que una palabra. Es acción que reta al intelecto y pone un cerco al paso de los días. México vive la realidad brutal de la violencia en muchas partes de la República, aunque esta se acentúa al norte del país.

Unos tratan de taparla con un dedo o con una simple gorra militar de talla grande, pero la violencia sigue su devastación inexorable, Ricardo Delgado, barítono y pintor, recupera esos personajes que forman parte de la iconografía de los broncos de la frontera, tipos armados que están listos para jalar del gatillo a la menor provocación o sin ella.

Otras veces lo que aparece en los cuadros de Ricardo es la monstruosidad, la que nace y se desarrolla al calor de las agresiones y el crimen. En otra de sus series experimenta con autorretratos a los que interviene con el objeto de sacarlos de un contexto solemne.

Ricardo Delgado fue censurado por la burocracia de uno de los directores del Museo de Tamaulipas, como si evitar los cuadros cerrara el problema real de la violencia.

ARTE HUERCO- RANGER TIME II

Marco Polo Mendoza Díaz

Artista visual 
México D.F. abril 2007
Exposición “Arte Huerco Ranger Time II”
Trasporte Colectivo Metro, estación Chabacano

La obra de Ricardo Delgado Herbert, es la parodia de un contexto social de antemano confuso; esto sin la intención de lograr captar la realidad en forma exacta o precisa.

Seriamente satiriza y retriviliza en extremo el paroxismo norteño vinculcado y propagado en cada uno de nosotros.

Simular como forma de vida o la ironía como realidad, esencia estructural que triaviliza lo insano, lo marginal, lo prohibido, lo delictivo e ilegal.

Simulación después de todo necesaria y hecha moda; una moda malversada, tergiversada hasta el tuétano, imagen que sistemáticamente se incrusta en la mente de cada uno de nosotros.

Parodia real del árido panorama imagético de un norte ya no subcultural sino transcultural y exportado al cerebelo de todos. Un norte con todo y sus huestes peregrinas, que asola y azota al modelo ancestral del western americano fusionado con la realidad cruda y cruel de la franja fronteriza, con la de minorías de emigrantes y bandoleros, que juntos se convierten en la nota roja; opacados siempre por el discurso de los mass media.

Su obra en si es una exégesis realizada a través de la duplicación de la confusión e ironía que contiene el imaginario colectivo evidenciando lo que oscila entre el espejismo y la realidad de nuestro país.


EL HUERCO DEL ARTE HUERCO

Eloy Tarcisio

Artista visual
Chimalistac, 29 de abril de 2005
Publicación Revista TIERRA ADENTRO
Num. 136, México, D.F, octubre / Noviembre 2005

En la historia del arte, los artistas han preferido no definir su obra, trabajan con su intención y sus impulsos creativos con la finalidad de darse a entender en un lenguaje universal. Hoy en día las fronteras entre ismos, corrientes artísticas y medios se han desvanecido al esculpir o dibujar, al hacer fotografía, instalación, multimedia, performance, o al diseñar su propia idea de arte.

Ricardo se relaciona con dos mundos: la pintura y la música. Pinta y canta, y lo hace con la materia de su vida, de su infancia y su juventud permeadas por las calles de su natal Tampico (1974), por sus andares con los choferes del negocio de su padre, ayudaba a entregar muebles en colonias de diferentes estratos sociales, oyendo quizá “Radio ranchito” y viendo cómo viste, cómo se desenvuelve, cómo vive la gente. Quedaron en su memoria las pláticas con el hijo del trailero, con el hijo del empresario, con los amigos de la cuadra así como las fiestas de los pueblos donde hay gusto por la cumbia y la música norteña, el bigote en los hombres como sinónimo de hombría, las noticias acerca de los inmigrantes que van al Norte en busca de mejores condiciones de vida.

En la frontera más conflictiva del mundo, Ricardo nos traza en su pintura una idea de lo que es el norte de México. Ricardo vive la realidad de su estado fronterizo, así nacen sus retratos de personajes que deambulan en las ciudades, que cruzan o se quedan. Se interesa por lo “feo”, lo “naco”, la “fealdad” como lo otro, tiene el gusto de lo “risible” en los otros que tienen en su cotidiano una forma diferente de ver y de vivir.

El arte contemporáneo está en un periodo de revisión y el artista necesita concentrarse en lo que quiere decir, y no en lo que los demás quieren ver de él; las diferentes corrientes están interesadas en complacer y decorar, en adornar espacios de museos y muros de galerías, en confrontar sus inquietudes para ser captados por curadores y compradores, olvidando el sentido de comunicar, de decir, de cuestionar.

Viajero incansable, siempre moviéndose entre México, D.F., Tampico, Monterrey, Laredo, Culiacán, Ricardo canta, ensaya, investiga, pinta, hace escultura; da siempre algo de sí mismo. Alumno de La Esmeralda (1991-1996) y más tarde en el posgrado en artes visuales en la Academia de San Carlos (2002-2004), también estudió bel canto y, como barítono, ofrece recitales aquí y allá.

Para él está viva la música popular y las películas de los cines populares como Santo contra las mujeres vampiro, con sus héroes nacionalistas, las presencias noticiosas, el Chapo Guzmán, el Güero Palma, los Arellano Félix, Osiel Cárdenas, el Señor de los Cielos, los Zetas, el nuevo santo Jesús Malverde, y la cultura de los hermanos Almada, los narcorridos, Selena, el romance fronterizo, Sergio y Gloria. Todo eso y mas se convierte en parte de su pintura, le ofrece una noción de vida y le hace pensar en el otro como alimento e ideas. Así, pinta lo que para él es lo “naco” y su obra se llena de contenido.

En reciente viaje que realicé con mi familia a Texas, manejando del Distrito Federal en la ruta a Nuevo Laredo y después a San Antonio, ya por la frontera, vino a mi memoria, al ver a los polleros y a los traficantes en las terminales de autobuses y a la salida del aeropuerto, el recuerdo y las noticias de los muertos por gavilleros, las venganzas y rencillas, la lucha por los territorios, los ajustes de cuentas, la violencia, los valores diferentes de los que conocemos —la familia, la amistad, los hermanos, la sangre, los amantes, el cabaret, el pisteo, las bucanas, la música norteña—, un mundo donde los valores se miden con una “cuerno de chivo”, una 45 milímetros o una mujer entre las piernas.

Me extraña no ver a Ricardo frente a un mariachi. ¿Cómo ligar su preocupación por una temática popular en la pintura y el ejercicio entusiasta del bel canto? Quizá sea cosa de reinventar la música en relación con su pintura, o de cantar las tragedias como corridos acompañado por una orquesta, o de pintar en su taller las otras tragedias que quizá son las mismas. Para el caso, pintar y cantar le permite expresar su interés por la tragedia del hombre envuelto en sus excesos. Ese podría ser el sentido que nos ilustra este huerco en su obra de arte huerco. Al margen de que lo censuren o lo elogien, su obra señalará una dura realidad que vivimos.



ARTE HUERCO: RANGER TIME, EL SICARIO QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO

Yuri Herrera

Escritor
Berkeley, California
Noviembre 2005
Exposición “Arte Huerco-Ranger Time”
Fundación Arturo Herrera, Pachuca, Hidalgo

La obra de Ricardo Delgado Herbert es, a primera vista, una espectacular batida por la imaginería norteña: la afirmación de que una Tecate de aluminio es tan sugerente como una sopa Campbells, el registro de la estética de las botas de cocodrilo y las AK-47, el arresto artístico de los gandallas. Pero el arte que toma a la realidad como su materia, la niega para reconstruirla después bajo una clave inventada por el artista, clave íntima que sin embargo es susceptible de descubrir para otros una perspectiva insospechada de lo Real. La obra que compone Arte Huerco: Ranger Time, no se agota en la representación de los capos, ni se estaciona en Tamaulipas; su universalidad se debe a una mirada minuciosa y laica del fenómeno del narcotráfico.

Los personajes en estas pinturas parecen estar posando: retadores, ansiosamente viriles, se empeñan en exhibir su poder; pero estos no son retratos a gusto del modelo. Sus cuerpos deformados, el hilo incoloro que dibujan sus sombras, los muestran no sólo feroces sino profundamente humanos en su apetito casi infantil de grandeza. Estos narcos high tech ven mermada su aura por la presencia de adheribles que los redefinen en clave kitch. Ámbitos saturados de brillantina, Ojos Locos en capos que no pueden estar a la altura de su seriedad, estrellas de cazuela que cumplen una función diversa en cada pintura: en un cuadro de la serie De la A a los Zetas, el personaje acaba de disparar y las estrellas que lo nimban parecen mostrar la excitación tras hacer fuego. Exudan maldad y candor, y un aire de agresiva chabacanería que no llega a ser sorna, sino la sugerencia de que los impulsos que mueven a estos personajes pueden estar en cada uno de nosotros.

Y en tal concepción cabe también lo espiritual. “La muerte del capo” es un ejemplo de la manera en que el pintor se sirve de la nota roja para instalarse en el terreno trascendente; al mostrar cómo el hombre que agoniza es su propia fuente de luz, nos acerca al misterio que sucede al estertor definitivo. Esta pintura, además, muestra una faceta de la obra de Ricardo Delgado Herbert de la que no se ha hablado mucho: la influencia de la iconografía católica, visible en la composición de este cuerpo sufriente, similar a los que se observan escurriendo sangre en las paredes de una iglesia.

Finalmente, el retablo Metáforas transitorias de Miss Matamoros fusiona la estética religiosa y la estética narco-chic para contar, como todo retablo, una historia sagrada, en este caso los diversos momentos que ha atesorado el artista sobre su pareja, y así subraya el compromiso con sus propios códigos, la convicción de que aún la más áspera de las texturas sirve para recrear una parte amable de la realidad. Quizá por esa complejidad es que la obra de Ricardo Delgado Herbert ha debido enfrentar a la bestia de la censura en más de una ocasión, y sin duda es esa misma virtud inquietante por lo que estas imágenes se prenden a nuestra memoria.


EN LOS LÍMITES: ARTE Y FRONTERA NORTE

Andrés de Luna

Escritor 
México D.F. marzo del 2003

La realidad parece escaparse ante la evidencia de lo trágico. La frontera norte de México es geografía aventurera en donde la muerte es convidada principal. Pero, también es algo más, cultura y hecho cotidiano que viven sus habitantes, los que han podido vencer las resistencias e instalarse en Estados Unidos bajo el sueño de los dólares. Dulce Lozano y Ricardo Delgado son dos representantes de un arte comprometido con la intensidad del problema fronterizo.

Dulce fotografía aquello que es imagen de aspecto sosegado en torno a las aguas del río Bravo o a los trabajadores que circulan por aquellos límites de la República. En ese sentido, construye Lozano Pepi esa otra realidad, esa otra zona que parece disolverse al paso de los días, la zona ciega que apenas se percibe y que, sin embargo, es un hecho contundente.

En el caso de Ricardo Delgado Herbert, él establece sus parámetros en lo que llama Arte Huerco, una expresión en dialogo que busca identidad y referencia. Es la cultura de la redova y del acordeón, de los narcocorridos, del sombrero texano y de la bota picuda. Con estos elementos, Delgado Herbert encuentra una vía para introducirse e introducirnos, cual si fuéramos “braceros” en el territorio de las fronteras México-Estados Unidos.

“En los límites” es un encuentro de dos artistas preocupados por una realidad insoslayable, algo que, a lo mejor, a los del centro les resulta ajena, pero que circula de manera cotidiana y que crea sus mecanismos culturales, o mejor dicho, biculturales con todo lo que ello implica.

Una muestra como “En los límites” es una posibilidad de encuentro y una mirada lúcida que comparten Dulce Lozano y Ricardo Delgado.


EXPOSICIÓN PLÁSTICA Y FOTOGRÁFICA DE LA FRONTERA TAMAULIPECA

Guadalupe Ochoa Aranda

Periodista
CAUCE
Boletín de la Universidad Autonoma Metropolitana, Plantel Xochimilco
No. 4, México D.F. Abril del 2003

Inspirado en la iconografía popular de la frontera tamaulipeca, el pintor Ricardo Delgado Herbert exhibe su obra Norteños como arraigo, que reúne a personajes del narcotráfico, migrantes y mafias, rodeados de paisajes radioactivos que a ritmo de redovas norteñas parecen rimar con los narcocorridos que cuentan historias descabelladas donde la ciencia ficción parecería un mero ejercicio costumbrista.

A partir de la estética Pop Art, aderezada con elementos kitsh, el autor recrea su arte huerco, fronterizo y popular, documentando imaginativamente la condición impuesta por dos lenguas, dos monedas: la violencia y un arcoiris de migrantes que hacen de la obra de Delgado Herbert, una potente y frágil iconografía de la frontera en tiempos del Tratado de Libre Comercio, que busca imprimir una identidad plástica a su propuesta. Los cárteles de droga que predominan en la frontera es tema recurrente del cual surge una cultura de consumo que forma parte del imaginario social que configura esa cotidianidad norteña distinto a otras geografías del país.

Becario del sistema nacional de jóvenes creadores de Tamaulipas, Ricardo Delgado señaló que su próximo proyecto es hacer una oda pictórica a todos aquellos que hablan en un lenguaje cinematográfico, por ejemplo dijo, “pienso recuperar figuras como la de los hermanos Almada, esa propuesta de oscuro folclor, no muy aceptado socialmente en los 70”. Agregó que piensa sobrexponer estos personajes nacidos del narco para reivindicar una cultura que ha dejado huella en el imaginario mexicano.

Mi búsqueda, dijo, es “llegar a plasmar la médula de una sociedad norteña y que la gente se reconozca en ella, pues cada vez somos más los artistas, poetas, músicos, fotógrafos y cineastas que encontramos este referente cultural, que nos identifica para plasmar una propuesta estética y plástica. Estamos abriendo brecha y maquilamos una propia identidad para todos”.

En el acto inaugural, el crítico de arte, Andrés de Luna, al referirse a la obra plástica de Ricardo Delgado y las fotografías de Dulce Lozano de En los límites: arte y frontera norte, dijo, “La realidad parece escaparse ante la evidencia de lo trágico. La frontera norte de México es geográfica aventurera en donde la muerte es la convidada principal”.

Pero también, dijo, es algo mas, cultura y hecho cotidiano que viven sus habitantes, quienes han podido vencer las resistencias e instalarse en Estados Unidos bajo el sueño de los dólares.

Al referirse a la obra de Dulce Lozano, el también coordinador de Extensión Universitaria, señaló que “ella fotografía aquello que es imagen de aspecto sosegado en torno a las aguas del río Bravo o a los trabajadores que circulan, esa otra realidad, esa otra zona que parece disolverse al paso de los días, la zona ciega que apenas percibe y que, sin embargo, es hecho contundente”.


EN LOS LÍMITES

Eduardo Antonio Parra

Escritor 
México D.F. agosto del 2003
Representación del Gobierno
de Nuevo León en el D.F.

El norte de México no es solamente la zona que marca los límites entre dos países: se trata de una tierra de nadie en la cual convergen dos universos opuestos, cuya colisión ha dado lugar a una realidad huidiza que parece sentar sus bases en el drama: el drama cotidiano del habitante de la frontera, dividido entre su lengua y su cultura tradicionales y los embates del modo de vida norteamericano; el drama de quien concibe esta zona como camino de paso y no pocas veces encuentra en ella el peligro y la muerte; el drama provocado por la omnipresencia del narcotráfico, que acarrea una bonanza económica nunca antes vista y, al mismo tiempo, una inestable ilusión de riqueza que amenaza con devorarlo todo.

Elementos actuales que, al conjugarse con la historia regional, distinta de la del resto del país, han propiciado que entre los fronterizos se dé una manera de pensar, de actuar, de sentir y de hablar peculiares, derivadas de la lucha constante con el medio, del rechazo al poder central, y de la convivencia con las oleadas de migrantes de los estados del sur y centro de México.

Este vivir en una suerte de limbo, es quizá lo que constituye el “ser” norteño, el “ser” fronterizo. Un ser que, por sus propias peculiaridades, exigía miradas distintas, capaces de atrapar su esencia….

Comprometido con la búsqueda de identidad de los habitantes del noreste mexicano, Ricardo Delgado ha explorado en su pintura las expresiones populares de la región. El cine, la música popular, los narcocorridos, la moda, las actitudes y las mitologías norteñas adquieren forma y color en sus diversas series pictóricas. Abocado a extraer los secretos más ocultos de la figura humana, Ricardo dota a sus creaturas con rasgos reconocibles, pero al mismo tiempo con un halo de misterio que los convierte en seres característicos de ese limbo que es la zona fronteriza del norte del país. Espectros que posan para un retrato, que se bajan de sus trocas del año o cabalgan por el desierto, o caminan pistola en mano, buscándole bronca a quien tengan enfrente. Rostros de criminales que se distorsionan hasta confundirse con cualquiera de nosotros, como si el artista hubiera querido subrayar ese elemento diabólico que habita en todos los seres humanos…



MITOLOGIA NORTEÑA

Javier Anzures Torres

Artista plástico
México D.F. junio del 2003.
Exposición “Territorios Paralelos-Global Questions” 
Metro Centro Médico

La obra de Ricardo Delgado Herbert está constituida principalmente de una serie de retratos que son parte de la mitología norteña, cada personaje trae consigo toda una historia, ya se trate de un mojado de un narco o de un músico.

Su pintura aborda el retrato como forma de comunicación directa, para hacer del cuadro una lectura legible y rápida, pero ésta es solo la impresión inmediata ya que cada imagen contiene una serie de significados que conllevan una relación de orden social, cada personaje representa toda una conducta moral que Ricardo capta con escarnio e ironía.

Su obra, si bien está constituida temáticamente por estos retratos en este tiempo y su inquietud es enriquecerla con mas personajes, también su atención esta centrada en no descuidar los valores propios de la pintura, cada cuadro tiene su propia solución plástica, lo cual hace que cada obra posea su propio valor y con ello logra en cada cuadro un enfoque muy personal.


NORTHSIDER-Northeast

Jesús Flores Villegas

Crítico de arte 
Monterrey , N. L. ,octubre del 2003

El Norte de México se agrupa en cuatro grandes regiones: Noroeste: conformado por las Baja Californias norte-sur, Sonora y Sinaloa; Centro: Durango y Chihuahua, el Noreste con Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, existe una cuarta región, virtual e “invisible” hoy irreconocible como territorio político y manipulada en exceso por los medios de información: La frontera con los Estados Unidos de Norteamérica una de las mas grandes y conflictuadas del mundo. Abandonado durante mucho tiempo por los míticos ideales centralistas de lo que debe ser el arte nacional, hoy mas que nunca el norte es actualmente un territorio vigoroso e innovador donde todo está aun por descubrirse.

Mas contemporáneo que el centro y el sur de México aunado a su poderosa industria internacional, su ideología de trabajo en equipo, paciente y agotador, y la capacidad de dialogar, adaptar, y trabajar con extranjeros sin perder los símbolos mas representativos que han distinguido lo norteño dentro de las tradiciones mexicanas. Se destaca recientemente el trabajo contemporáneo en grupo: desde Tijuana aparecen artistas como el vanguardista movimiento de videoarte y música electrónica denominado NORTEC o la agrupación de Instaladores y performanceros norteños y norteamericanos del INSIDE (Tijuana- San Diego), el desaparecido y ultrarradical grupo mexicano de SEMEFO proyecto de arte transgénico liderados por la sinaloense Teresa Margolles , los desaparecidos BF-15 en Monterrey un acoplado Franco – Regiomontano de artistas, diseñadores y teóricos, y por supuesto sin dejar de mencionar la gran cantidad de famosos creadores plásticos que le han dado a estas norteñas e inhóspitas regiones fama mundial: Sebastián, Siqueiros, Quezada, Ceniceros, hace tiempo que el norte, comenzaba a sentar las bases de la plástica contemporánea. Para el nuevo milenio, el Noreste se confirmaba hacia el futuro. Los artistas norestenses habitantes de la región mas pequeña del Norte fueron quienes dictaron el camino para llevar a nuevas generaciones de creadores plásticos a la misma antesala de los grandes escenarios del glamour contemporáneo en Europa y los Estados Unidos.

Aparece en los mercados mundiales un coahuilense, pintor de primera fuerza: Julio Galán, y con él nuevos personajes que respondían a la lógica de los tiempos : el mercado del arte, galeristas regiomontanos como Memo Sepúlveda, Jesús Drexel y Ramis Barquet y una nueva y reciente generación de promotores del mas joven, protestatario, radical y vanguardista arte contemporáneo norestense :El regiomontano Ramiro Martínez director del museo Tamayo y la matamorense Dulce Lozano Directora de la extinta Galería Efímera en Monterrey.
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R A N G E R T I M E : El corrido plástico de Ricardo Delgado Herbert

Ante la decadencia del nacionalismo mexicano, México siempre estará condenado a ser un país, por lo tanto a tener también una forma de nacionalismo, no es una cuestión moral ni ideológica es la realidad. No existe ya una pintura nacional. A medida que la pintura regresa a los escenarios del arte contemporáneo mexicano encontramos nuevas aunque pocas practicas basadas en diálogos mediados con escuelas antiguas, aquellas que reivindicaron un anhelo popular mexicanista, estos diálogos, “corridos plásticos” de Ricardo Delgado Herbert no son una correspondencia directa a partir de viejas escuelas sino una reapreciación postmoderna.

Delgado es un joven pintor Tamaulipeco, nacido en Tampico ( 1974) radicado en México D.F. , egresado de la Licenciatura en artes plásticas por “La Esmeralda”, actualmente estudia la maestría en artes visuales en la legendaria Academia de San Carlos, hoy división de postgrado de la ENAP–UNAM, pintor de una sensibilidad de terrorífica ternura corrosiva, su trabajo obsesivo y ocurrente es una estrategia de “autorretrato fantasmal” con ciertos “aires” nacionales puesto que estos parecen desvanecerse sin los iconos reconocibles de la tradición artesanal mexicana que proporcionó herramientas estéticas a la gran pintura nacional, especialista de la autosatisfacción y de la autobiografía individual y colectiva, sus cuadros son modelos de una mitomanía norteña y de complicadas historias de intranquilidad y ambivalencia para la vida en el Norte Mexicano de los inicios del siglo XXI.

Artista de gran producción es a duras penas condescendiente con la situación prevaleciente en la actualidad del arte conceptual contemporáneo, mas bien trata de reconstruir ante la decadencia de lo nacional, formas figurativas que hagan frente a la actual realidad de la globalización.

Comenzó hace un par de años unas series de pinturas que al parecer reflejan la dinámica en juego sobre el debate de identidad política en el arte mexicano, cuya prioridad temática fue durante décadas mayoritariamente el indigenismo del Sur. El “ranger” del norte no es campesino, es el que monta a caballo, es el dueño, el poderoso, es el jefe de jefes y surge ahora como nuevo símbolo telúrico de nuestra nacionalidad en las pinturas de este artista, personajes frontales, retadores y populares como el Fiscal de Hierro, Zorro de Ojinaga, Norteño Light, Dinorteño, son la viva impresión de un humor que no es la risa limpia y grácil, sino la carcajada irónica liberada por el arte. La ironía desbarata el saber con desenfado, porque no le contesta al nivel de su pertinencia, sus personajes ríen porque son ateos y exiliados de un mundo sin fracturas, son Kitsch como México, un país que cultiva la gracia de los estilos cursis y que ha pagado caro al ser apartado de los grandes movimientos continentales del arte contemporáneo de moda pero nunca de la cultura. El diablo es el único ángel que ríe a carcajadas mientras nos acompaña en la caída a la tentación, así ríen los Personajes de Ricardo que hablan por si solos, en cuadros obsesivos mas emparentados con la irónica deformación expresiva de la caricatura mexicana en los tiempos del taller de grafica popular durante los 50 y con estilos de la cultura visual chicana de la costa oeste de California en los 80 y 90 que empleaba fondos monocromáticos o bicromaticos como los utilizados en las sesiones de fotografías de modelaje y paletas de video que con las malformaciones del magistral outsider pintor Ingles Francis Bacón o la típica pintura western del sur norteamericano. Los seres grotescos que Ricardo pinta oscilan entre el mito histórico y las nuevas formas socioculturales surgidas con la proliferación mediática de estilos de vida y simulacros histórico-culturales que se utilizan a manos llenas en la industria turística y de esparcimiento.

Todos somos lo que las imágenes de los medios masivos de comunicación suponen que seamos. Los asuntos sociales en México se desenvuelven hoy en el campo de batalla simbólica del consumo de mercancías, un mexicano que consume cerveza carta blanca, come carne asada, bebe refrescos joya, usa botas y sombrero texanos, utiliza la palabra guerco, se desplaza en autos y trokas norteamericanas, come tortilla de harina, baila al ritmo de banda y utiliza una dicharacheria irónica divulgada por los trovadores de corridos norteños hoy convertida en un lenguaje suele identificarse con ideas sociales y geopolíticas distintas al que no, el primero suele ser un macho del Norte, el segundo no.

El Noreste mexicano careció en mucho tiempo de una tradición académica en artes plásticas pero posee una poderosa industria del entretenimiento que el espectador de todas las generaciones observa con una intensidad resuelta, situación bien entendida por Ricardo Delgado. Ante la falta de espacios para apreciar el gran arte ¿No es de suponerse que serian los mass media los que dotarían de símbolos a los nuevos artistas? y que seria la industria del espectáculo norestense la que daría al norteño de esta región una identidad cultural y no el llamado arte nacional.

Hoy es inútil quienes aun piensan que el Norte es el lugar donde comienza la carne asada y se acaba la cultura, por supuesto se acaba la cultura francófona que tanto les gusta a los diletantes del arte en nuestro país. México siempre estará condenado a ser un país por lo tanto a tener una forma de nacionalismo, ahora el nacionalismo viene por otro camino ya no viene por los caminos del sur, cabalga el centauro del norte bajando del cerro en su cuaco cimarrón.



ARTE HUERCO - BROCHA JAIBA

Jazzamoart

Artista Plástico
México, D.F. abril 2001
Catálogo “Arte Huerco”
Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo

Hoy más que nunca en la historia del arte, el panorama de la plástica nos presenta un mosaico de posibilidades y diversidad de manifestaciones que hacen muy difícil etiquetar o bautizar el trabajo de los hacedores de arte de nuestros días, sean jóvenes, viejos o consagrados; en medio de toda esta lluvia de propuestas, ideas y demás acciones creadoras surge el “Arte Huerco”, su promotor y protagonista es el joven artista Ricardo Delgado Herbert, lo que se plantea en este trabajo invita a pensar en muchas cosas, desde las revoluciones pop de Andy Warhol hasta los trabajos de los grupos de artistas chicanos en el terreno de la plástica, el cine, el teatro y la música.

Al observar las pinturas de Ricardo Delgado Herbert nos encontramos con una gama de personajes y situaciones que van poblando sus telas con un sentido a veces humorístico, otras sarcástico, en otros momentos de critica aguda a una sociedad, todo esto al margen del lenguaje puramente plástico. Lo que Delgado Herbert nos propone es que al estar frente a su trabajo vivamos y sintamos vernos en ese espejo de la sociedad; no solo norteña huerca, sino de todas las sociedades y sus diversos colores y niveles, de alguna manera todos participamos en eso que Ricardo pinta y denuncia en sus óleos. Las metas o ideales de la propuesta podrían ser el llegar a las mayorías, el tener ese poder de convocatoria toda proporción guardada que un superestrella de la canción alcanza. Es difícil pero no imposible, todo es cuestión de trabajar, de enseñar, de mover y promover la obra, de confrontar a los huercos con la pintura e ideas de Ricardo Delgado Herbert.

El lenguaje plástico de Ricardo es directo, de un realismo y color abierto a la polémica, al dialogo entre formas visuales, formas de ser, formas de vivir el “jolgorio norteño”, la farándula de la vida huerco jaiba, o como él mismo lo diría la manifestación de la “vida popular noresteña”.