12.5.10

Agradecimientos a las Quinceañeras del Far Far West

El ritual femenino de los quince años, es un peculiar fenómeno que ha tenido un arraigo muy particular en nuestro país que aun se sigue conmemorando.
Esto no significa que las niñas estén listas para casarse, como algunos otros pensarían; pero parte del ritual es “ofrecer a la hija” y presentarla como toda una mujer que está lista para ingresar a la sociedad y pueda asistir a los eventos sociales.
Se piensa que esta celebración se realizaba desde los Mayas, ya que ellos efectuaban ritos para celebrar el paso de la niñez a la vida adulta, donde la mujer ya estaba lista para hacerse cargo de ciertas libertades y responsabilidades. En el caso con los aztecas ellos hacían una ceremonia religiosa similar en donde las madres aconsejaban a sus hijas para así adiestrarla en las labores del matrimonio. Al arribar los conquistadores españoles, le dieron a este fenómeno, una solidez, un mestizaje cambiando la actitud pagana para transformarse en una celebración católica. En realidad, la celebración en nuestros días es una adaptación que hizo el catolicismo para someter las costumbres del ritual del pueblo Azteca que, con el paso del tiempo la danza azteca de dicha ceremonia fue mejor cambiado por otra danza española hasta la llegada de los franceses que importaron su singular vals.
La quinceañera debutaba bailando, semejando ser una copia de aquellos bailes de sociedad inglesa y de la alta burguesía afrancesada que, a lo largo del siglo XIX nos lo habían así inculcado nuestros colonizadores.
El sueño de la mujer por hacer de su primera cita algo color de rosa, daba la ilusión para que así el vals ante la cadencia con el chambelán, significara el ingreso al “amor”, claro que siendo supervisada por los padres, dentro de un ritual donde la actuación y el desenvolvimiento, dieran a la señorita un paso para echar un vistazo y conocer al hombre que le bajaría la luna y las estrellas, asegurándole un futuro matrimonial.
Ante la retirada de la primera y segunda conquista, surge la era del Porfiriato donde México siguió conformando sus rituales de alcurnia dentro de sus ceremonias sociales, la tradición del vals continuó en una faceta nacionalista, junto con un inmenso pastel rosa que, simbolizaba la etapa de los sueños e ilusiones.
Al terminar la revolución, el nuevo líder ya no era el capataz, el conquistador, o el dictador, el dueño del futuro nacional ahora se proyectaba ante la democracia que imperaba; el campesino de calzón de manta y el obrero, asumía el liderazgo, readaptando así las costumbres aprendidas de sus patrones, así emergía un nuevo líder que ahora vestía europeamente de bastón y bombín.
El vals ya no era solamente tocado con orquesta ni con piano, también era interpretado al son del corrido norteño o con banda, la foto, novedad de la época, era la nueva herramienta de los burgueses postrevolucionarios, que retrataban a las damas de la sociedad, sin embargo por otro lado el que no tenía para gastar, prefería mejor que alguien dibujara a su quinceañera ya que salía mucho más barato contratar el servicio de un pintor.
En nuestros días, este fenómeno empezó a decaer por considerarse como algo, de mal gusto y anticuado, que ante el paso del tiempo le cobró una factura que, le exigía renovarse.
La alta alcurnia, impuso sus propias reglas para sus quince años, incorporando así un viaje en crucero, un regalo de auto como algo súper lujoso, acompañado de un excéntrico paseo dentro de una limosina enorme o también… ¿Por qué no? someterse a una operación quirúrgica por no aceptarse físicamente para así ocultar sus “rasgos autóctonos” que, en un arranque de ser lo que no es, intentan aparentar ser una copia mala de la muñequita “Barbie” que, entre la “buena onda” se divierten dentro de un “After Hours”.
Las Quinceañeras del Far Far West, simbolizan la proyección de esa realidad, que aparenta darnos un punto de vista distinto ante ese olvido, son lo que no son, pero aparentan ese estatus en el gusto visual.
Intentan no perder la tradición y mostrarse ante la celebración sin ningún prejuicio; algunas de mis modelos son imaginarias y otras son retratos fidedignos que nos posan cual poster “telenovelesco”, que nos relatan una historia, que protagonizan con grato sentido del humor que nos inquieta con su carga de feminidad.
Disfruto mostrar desde mi pedestal el retrato de las mujeres que trastocan la seducción el coqueteo sexoso entre fondos rosas, interactuando ante ese “mal gusto” gracioso mexicano.
Utilizo diamantina, los ojos locos como el sinónimo de lo pizpireto, la laca como el reflejo de lo bien pintado y el poliéster como el cristal que las exhibe y entre eso, las calcomanías de corazoncitos que evocan lo cursi.
Al platicar esta memoria histórica con ellas, y ante esa amnesia de lo que no se quiere comprender cómo, parte de nuestra identidad nacional, ellas quisieron mostrarse en esta serie que conformé durante los años 2009-2010.
Es importante que, el recuerdo de esta historia, quede plasmada y nos remita a lo que hemos llegado a ser como país para entendernos mas, espero que esta tradición no termine en un “colorín colorado”, deseo que este cuento histórico basado en ese ritual, siga floreciendo entre otras tradiciones, y sea una parte fundamental del rescate de nuestra cultura.

Ricardo Delgado Herbert
el pintor






























































2 comentarios:

Dario dijo...

Muy bueno el blogs y muy buenas obras, me interesaria que visiten el mio, pueden hacer comentarios libremente, gracias

http://kamenabstracto.blogspot.com/

Greys dijo...

Me encantan tus cuadros :-) que arte¡¡¡¡